martes, 6 de febrero de 2007

CAPITULO DOS

La Noche se acercaba. Isabel ya había hecho una que otra observación de donde iría cada una de las cosas que habían traído. Pero tenía miedo, y no podía explicar porqué.
-Mi niña, ¿le pasa algo?-le preguntó Claudio, que la vio mirando por la ventana, como perdida la mirada en el horizonte. Se acercó a ella por la espalda.
-Ese Toño. El electricista-dijo, mirando por la ventana. Allá afuera, en el jardin, Toño seguía regando y saludándola con la mano-No ha dejado de mirarme.
-Son ideas tuyas, mujer. No seas perseguida.-le apoyó las manos en los hombros.
Isabel, entonces, miró la colina, donde estaba la casa. De cada una de las ventanas salía una luz amarilla que parpadeaba cada cierto tiempo. Daba la sensación que miles de almas estuviera entrando y saliendo de allí, como aquel juego en Fantasilandia.
-¿Estás seguro que este es el lugar que Pedro te dijo?
-Por supuesto que estoy seguro, Mi niña ¿por qué?-besándola en el cuello.
-No se... me siento... fuera de lugar.-
Fue entonces que empezaron todas las luces a parpadear y un niñito en triciclo a pedalear en circulos por la plaza.
-LA LUUUUUUUUUUZ LA LUUUUUUUUUUUZ LA LUUUUUUUUUUUUUUUZ-gritaba el niñito, sin dejar de dar circulos alrededor de la plaza en su triciclo y tocando el timbre.
Entonces, todas las luces se apagaron.
-El sistema eléctrico es autónomo-le recordó Claudio, que la vio un poco asustada. Sin embargo, las luces de la casa en la colina seguían parpadeando, y fueron las únicas que no se apagaron en toda la noche.
Incluso, para aumentar el miedo de Isabel, una silueta oscura se asomó por la ventana de la casa de la colina. Y no era Toño, ya que este seguía regando sin cesar y sonriéndole desde su lugar, con una mano en el bolsillo, y la otra ondeándola en el aire.
-Vamos a la cama, mi niña.
Isabel lanzó una nueva mirada al señor Toño.
-El agua de la manguera no se mueve-musitó.
Se fue a acostar. La Noche avanzó sin ninguna novedad.